Kira no sabe

Kira respira, calla, observa, niega, sueña, duda, teme, anhela, odia, ama, ríe, llora. Kira a veces siente dolor, y a veces felicidad. A veces no se encuentra. Kira no entiende ni muchas cosas ni de muchas cosas. Kira es racional pero quiere creer. A Kira le gusta decir No, aunque diga que no. Kira puede estar todo el día hablando y a la vez sumida en el más completo silencio. No sabe escribir pero escribe.

19.3.12

1812

Sé que hoy estarás muy ocupada. Todo el mundo se acordará de ti, te harán cientos de fotos, te nombrarán en otros cientos de conferencias en los próximos días, algún que otro perdido buscará información sobre ti, e incluso puede que seas trending topic en Twitter. No quiero molestarte, estarás saturada. ¡Qué pesados!


Cuando quieren verte, retratarte o cuando simplemente se acuerdan de ti piensan en el monumento de la Plaza España, en el oratorio San Felipe Neri y alguno que otro en la Parroquia de San Fernando. Pero lo que muy poca gente sabe, es que no estabas ahí. Eso es mentira, burocracia, parafernalia. Tú estabas en el Mentidero, en la plaza, en el Pópulo, en la Punta, en el Baluarte de la Candelaria, en San Antonio, en la calle Ancha,  cuando hacía calorcito y tiraba el levante estabas en la Caleta y cuando llegaban tiempos de cánticos te ibas a la Viña.
Fuiste la primera y, aunque no la última, aquí eres más querida que cualquier otra. No te sobrevaloro, como hacen muchos; ya sé que eres copiada de otros, pero qué importa, eso no te hace menos nuestra. No trajiste todos los cambios que prometiste, pero los nombraste, y con eso ya iniciamos un cambio.
Algunas de estas ideas más significativas se ven reflejadas en tus 384 artículos. A día de hoy nos parece irrisorio que se aprueben leyes como estas, las leemos y no somos conscientes del choque que produjeron. Para ello, vamos a hacer un simple juego: Cuando leáis estos artículos ponedles el NO delante, negar las afirmaciones y creed que a día de hoy vivís en una sociedad así.
Por ejemplo...
“En cada pueblo de la Monarquía se dejarán de establecer escuelas públicas y sólo se enseñará a leer, escribir y contar a unos pocos niños –varones- cuyos padres regenten el poder político-económico.
¿No os parecería una locura? Pues igual de descabellado e inimaginable les parecería a ellos leer estos artículos:
Art. 27. Las Cortes son la reunión de todos los diputados que representan la Nación, nombrados por los ciudadanos en la forma que se dirá.

Art. 242. La potestad de aplicar las leyes en las causas civiles y criminales pertenece exclusivamente a los tribunales.
Art. 366. En todos los pueblos de la Monarquía se establecerán escuelas de primeras letras, en las que se enseñará a los niños a leer, escribir y contar, y el catecismo de la religión católica, que comprenderá también una breve exposición de las obligaciones civiles.

Art. 371. Todos los españoles tienen libertad de escribir, imprimir y publicar sus ideas políticas sin necesidad de licencia, revisión o aprobación alguna anterior a la publicación, bajo las restricciones y responsabilidad que establezcan las leyes.

Por ti han nacido obras de teatro, se han interpretado zarzuelas, escrito libros. Has inspirado leyendas, habladurías, chistes, comparsas... Pero sobre todo, orgullo.
Hoy no estaré allí, ya sabes que este año me pilla lejos, pero seguro que hoy más que nunca estarás bien rodeada. Mantén ese fuego encendido, el de la democracia, la igualdad, la libertad... Bueno tú ya me entiendes, que me estoy poniendo ´sensiblona´.
Hoy es tú día. ¡Ponte guapa, Pepa, que no todos los días se viste una de gala!

Kira

11.3.12

Minutos que son años

No se lo podía ni creer, habían pasado ya seis largos años desde que se despidiera de su madre y su hermano en la vieja casa del pueblo. Le había costado horrores tomar la decisión, pero creía que era lo mejor para ella y para Carlitos. “No será fácil al principio, el clima es muy diferente y ya verás cómo, a veces, te encontrarás con gente que te tratará mal por venir de donde vienes” le había repetido hasta la saciedad su madre. No es que quisiera desilusionarla, pero no quería que hicieran daño a su niña chica, la única de cuatro varones…


María sabía que no quería terminar allí, no ya por ella, sino por su hijo. Sabía que no tendría ningún futuro. En cambio en España, su amiga Emilia le había dicho que había trabajo, no gran cosa, pero que ganaba en una semana más que en dos meses. Entendía la postura de su madre, siempre había sido tan callada, reservada, silenciosa, había dado su vida en cuerpo y alma a criar a sus hijos y ayudar a su padre en los tiempos de cosecha. Todo le parecía bien, y ahora que él no estaba, se dejaba manejar por Juan, su hermano mayor. A pesar de que quería con toda su alma a su madre y le costaría media vida separarse de ella, no quería terminar allí y, lo más importante, quería que Carlitos tuviera la oportunidad de aspirar a algo más…

¡Ay, no sabía por qué estaba tan melancólica hoy! Solía acordarse de su familia cada día, desde que se fue hace seis años, pero a veces le costaba más de la cuenta. Su madre tenía razón, no fue nada fácil. Casi nadie tiene en cuenta que la mayoría de los inmigrantes emigramos porque no tenemos más remedio, a todos nos gustaría poder vivir en nuestro país.

El trabajo no fue un problema, en cuanto llegó, su amiga Emilia le había recomendado a una familia como asistenta seis días a la semana, tendría que limpiar, lavar y cuidar de los niños, cocinar no, porque, según la señora de la casa ´no le gustaba como cocinaban los sudacas´. A los seis meses de estar trabajando con ellos consiguió los papeles de residencia, bueno los trámites, que le costó horrores, en todos los sentidos, porque baratos no eran…
Pero sin duda lo mejor para ella era que desde la primera semana, Carlitos había comenzado a ir a la escuela y no le costó nada integrarse, ya que en su clase había muchos inmigrantes, marroquíes, latinoamericanos y algún que otros niño de Europa del este. En cuanto  a la vivienda, no es que estuvieran hospedados en un hotel de cinco estrellas en el centro, pero consiguió, junto con otra familia más, arrendar un pisito a las afueras. No le importaba, la escuela estaba allí mismo; por otra parte, la casa donde trabajaba estaba en el centro, pero no le importaba hacer el viaje cada día.

Si, definitivamente, el cambio había sido a mejor. ¡Dios mío, seis años! Seis años en donde no había cambiado nada en demasía, salvo la nostalgia que sentía por los suyos, que había ido aumentando cada día más. Les mandaba dinero cada dos o tres meses, no era mucho, pero en casa mamá sabía estirar el poquito dinero del jornal como si fuera goma de mascar.

 Con el tiempo, en la casa donde trabajaba le habían empezado a tratar mejor. Aunque el sueldo era inamovible,  la señora había ido teniendo detalles. De vez en cuando le daban algo de ropa, o comida, o cualquier cachivache que ya no les sirviera. Pero ahora le trataban mejor, confiaban más en ella, y es que se había dado cuenta de que los españoles eran muy recelosos, y más con los inmigrantes. En el fondo lo comprendía. Pensaba en su madre, y en el recelo que le producía el vecino de otra ciudad, ¡Ay, mi madre! Qué viejita estará ya… Allí, que los años pasan por diez para las mujeres como ella…

Si pudiera ver a su nieto, ¡cuánto había crecido!  ¡¡¡Era todo un hombre!!! Dieciséis cumpliría la semana que viene y en el próximo curso ingresaría en el Bachiller. Él quería ser médico, qué orgullosa estaba, siempre había tenido unas notas excelentes y había sido un niño muy bueno, ¡¡médico!! Quién lo diría… un médico en la familia, donde todos apenas pudimos acabar la enseñanza básica.

Hoy, cuando llegase a casa le diría la mejor noticia que había recibido desde que llegó a España. ¡Mamá nos iba a venir a ver junto con Juan! Ya sabía que el billete lo había pagado ella con el dinero que había estado juntando cada mes, pero después de seis años, le parecía casi un sueño poder abrazar a su madre. Quién sabe, quizás, si por última vez, porque por las cartas que había recibido de su hermano, mamá estaba ya muy viejita y mayor… ¡Ay, ojalá se pudiera quedar aquí con nosotros, estaría mucho mejor! Pero esa vieja, qué cabezona era… Cualquiera le hacía dejar su familia, su casa y su pueblo. Desde luego no sé cómo le habrá convencido su hermano Juan para que aceptase venir. ¡¡Para que cogiera un avión y cruzase un océano!! Igual quiere ver a su hija y a su nieto por última vez... ¡Qué ganas tengo de verla, madre…! ¡Qué lentas se me van a hacer estad dos semanas!

El lunes próximo, cuando fuera a casa de la señora, le pediría ese día para poder ir a recoger a su madre y a su hermano al aeropuerto, no se los querría ni imaginar, con tanto caos y tanto coche teniendo que llegar ellos solos a casa… Pocos habían sido los días que había pedido permiso a la señora, porque hasta cuando Carlitos se ponía enfermo intentaba que Rosalía, la vecina de arriba y buena amiga suya durante estos últimos años, se quedase con él…

Ya lo tenía todo listo, ella dormiría con su madre y Carlitos con su tío, de otra forma no cabrían en las dos pequeñas habitaciones con las que contaban. ¡¡Todo el vecindario se había enterado que su familia venía a verles!! Era como una chiquilla con tanta ilusión, si su madre la viera se reiría de ella…

Carlitos sabía lo importante que era esto para ella porque, aunque él no había pasado demasiado tiempo con su familia, hasta pocos meses antes de mudarse a España, quería muchísimo a su abuela. Él estaba plenamente adaptado a la vida en España. Sí, es cierto que tenía acento, y físicamente  tenía rasgos latinoamericanos, pero eso no había sido un impedimento para que hiciera buenos amigos durante estos años, tanto en el barrio, como en la escuela, donde había destacado en el equipo de futbol. Allí había conocido a su mejor amigo, Antonio, y también a la chica que le gustaba Cristina, con quien había dado sus primeros pinitos en el amor… Aunque se guardaba mucho de ocultárselo a su madre, ¡¡Qué metiche!! Lo sabía todo con solo mirarle… Mamá querría volver a casa, si por ella fuera, pero él tenía claro que su vida estaba aquí.

La señora de la casa en un principio no le puso problemas para que faltase media jornada el día que tenía que recoger a su madre y su hermano. Aunque recalcó que tendría que venir por la mañana a ponerles el desayuno a los niños y llevarlos a la escuela. Bueno, no sería gran problema, lo tenía todo controlado… Entraría a trabajar, como cada día,  a las ocho y media, vestiría  y daría de desayunar a los niños, los llevaría al colegio, después haría un par de mandados y finalmente iría al aeropuerto a las doce y media, justo para recibir a su familia.

El viernes, al salir de trabajar, había ido a una floristería que había en el barrio donde trabajaba, Floristería Salamanca. Nunca había encargado flores antes y la señora  de la casa le había recomendado ese sitio. Entró en la tienda, divagó, y al rato se acercó un dependiente -¿En qué puedo ayudarle?  -Hola, buenas días, me gustaría encargar un ramo de flores. -¿Algún tipo de flor concreto? -¿Tenéis orquídeas venezolanas? –Tenemos las orquídeas clásicas. –Bueno, me gustaría hacer un encargo para la semana que viene. –Le tomamos el nombre y la semana que viene cuando venga a recogerlo puede efectuar el pago. –Muy bien, muchas gracias, adiós.
A mamá le encantará la sorpresa. Le hubiese gustado que fueran venezolanas, aunque igualmente las orquídeas eran sus flores preferidas… ¡Qué ilusión ya sólo quedaban seis días!

La semana se le hizo más larga de lo normal. Por todo discutía con Carlitos, aunque se negara a admitirlo sabía que eran sus propios nervios… ¡Son muchos años sin estar con los suyos, lo único que le quedaba de su país era su hijo y las cartas que recibía de su hermano de tanto en tanto…!

Esa mañana se levantó antes de lo normal, menos mal, porque apenas había podido dormir con tanto nervio. Se levantó, hizo su cama y ordenó de nuevo su cuarto. Mamá era una maniática de la limpieza y quería que lo viera todo perfecto, causarle la mejor impresión. Le dejó la ropa y el desayuno listo a su hijo, preparó pabellón criollo y arepa para el almuerzo, como ocasión especial. Llevaba una hora y cuarto dando vueltas por la casa, no sabía qué más quitar, qué mas preparar, o qué más ordenar…

A las siete y cuarto salió de la casa, como cada mañana, para coger el tren que tardaba casi media hora en dejarle en el centro. ¡¡Ya sólo quedan unas pocas horas!! No lo podía creer… Recordaba mentalmente todas las cosas que tenía que hacer: el desayuno de los niños, vestirlos, planchar las camisas del señor, ir a la tintorería a recoger un abrigo de la señora, y por último recoger el ramo de flores de su madre e ir para el aeropuerto.

Mientras llegaba a la ciudad, en el mismo asiento de todos los días, rodeada de las mismas caras de todos los días pensaba cuántas veces había imaginado el momento del reencuentro, qué cara pondría su madre y su hermano, si les reconocería, si les gustaría el peinado, la ropa, que había seleccionado y desechado mil veces la noche anterior, y así un largo etcétera… ¡Ay Virgen Santa, qué nervios, qué de cosas nos contaremos!

En algún momento de esa mañana el ángel que vigila la ciudad cerró los ojos, el suelo tembló y los renglones de Dios se torcieron, se hizo el silencio y el tiempo se congeló en unos pocos minutos.

Marisa, ¿De qué encargo es esto? – No sé, ahí pone que vendría antes de media mañana a recogerlo. -¡¡Ahh ya!! Es de esta chica que lo encargó para su madre, o no sé qué, la que pedía orquídeas venezolanas.  -Nos ha dejado tirados… Desde luego no te puedes fiar de estos sudacas… – ¡Y que lo digas..., vaya tela! Por cierto,  ¿Te has enterado de lo de Atocha?




Kira