Aquí estoy otra vez. Mirando la pantalla en blanco y el
puntero que se mueve intermitente mientras mis dedos danzan ágilmente por el
teclado intentando darle forma a todo lo que revolea por mi cabeza. He pasado
tantos días buscando la forma de que el torrente de emociones y sensaciones que
tengo puedan plasmarse en palabras, que aun no sé si podré conseguirlo completamente.
Porque esto no se puede explicar con palabras o porque no existen palabras para
explicar esto.
No creo que existan palabras que describan las sonrisas, las
miradas, las caricias… Ni mucho menos la intensidad de estas. Sonrisas silenciosas,
cuando levantas una parte de la cara, haciendo una pequeña mueca y recordando
algún detalle fugaz insignificante, pero tan grande para ti; sonrisas esplendidas, por igual, en las que
enseñas los dientes y se nos notan las arrugas de los ojos (¡¡Qué mal!!), con las
que rememoras una conversación, un acto, una imagen. Y luego, está la sonrisa,
tu sonrisa.
No se trata, ni mucho
menos, de estas sonrisas que ponemos diarias al vecino, a tu compañero de clase,
o al de la tienda de debajo de tu casa, no. Esta sonrisa es verdadera. Es una
sonrisa de esas que guardas en lo más profundo de tu ser y que pase lo que pase
sabes que siempre estará contigo. Porque es verdadera. Auténtica. Por ese mismo
motivo la atesoras contigo, en tu pequeño cielo, donde están los más bellos
sentimientos de tu vida, los que has escogido personalmente.
Recuerdo cuando te dije que esto podía ser improbable, pero
no imposible, y tu me quitaste la razón, para luego dármela. Cabezota…
Lo bueno no está en la superficie, nunca lo está, tienes que
excavar, y sacar muchos sacos de arena antes. A veces te encontraras falsas
reliquias, amigos, novios, que prometen mucho, pero en el fondo no valen nada. Yo
tuve muchas falsas reliquias, porque abundan, e incluso algunas hasta parecían
reales, pero con el tiempo me di cuenta, o ellos mismos me hicieron darme
cuenta, de que eran artificiales.
Yo no sé exactamente si te encontré o me encontraste. Lo que
sí sé, es que al encontrarte a ti, me encontré a mí misma. Y cada día lo hago
un poco más, a tu lado. Por eso quiero darte las gracias. Sí, a ti. Porque cuando
muchos me han abandonado, y han sido muchos últimamente, tú has estado conmigo.
No importa cuán
grande sea la plaza donde estemos, ni los bancos que haya – a veces serán
cinco y otras cuarenta-, al final nos
veremos entre la multitud y, tal como pasó la primera vez, nuestras miradas se
encontrarán…
… Y es bien cierto eso que dicen, al mirarte a los ojos pude
ver en ellos lo mejor de mí misma.
¿Una palabra? Amor
Kira